sábado, 9 de enero de 2010

LA PLAYA



De Amparo Climent, Valencia, España

La playa se encontraba desierta. En el horizonte, una fina línea rosada, indicaba la inminente salida del sol, mientras el mar, oscuro y tranquilo parecía susurrar palabras de amor.

Se miraron a los ojos. Sólo con ellos parecía que podían tocarse hasta dentro. Ella se encontraba agitada y su corazón palpitaba acelerado. Él la tomó por la cintura y la atrajo hacia sí, besándole sobre un párpado y después el otro. Le besó la nariz y por fin la boca, encontrando la de ella abierta, esperándole; sus lenguas se encontraron y enroscaron, saboreando cada uno el gusto y el aroma del otro. Él buscó la oreja de ella, que se estremeció como una hoja agitada por la brisa, al sentir el cálido aliento. Exploró el cuello y la garganta, mientras sus manos se enredaban en el cabello de ella.

La mujer mantenía los ojos cerrados; jadeaba al sentir el contacto de las manos del hombre despojádole de la ropa, y un temblor la sacudió al sentir la boca cálida de él sobre uno de sus pechos.

Ambos se tendieron sobre la fina arena. Ella respiraba fuerte y él sentía un ardor cada vez mayor. El deseo de los dos aumentaba rápidamente, y ella atrajo de nuevo la boca de él hacia la suya. El hombre deslizó de nuevo su lengua por la garganta hasta alcanzar el seno turgente. Dibujó círculos húmedos mientras con la mano acariciaba el interior de los muslos de ella, que arqueaba el cuerpo para salir a su encuentro. Le besó el estómago, el ombligo, y siguió bajando hasta alcanzar la parte superior de la secreta oquedad. Ella gimió y él sintió una humedad cálidad.

La mujer elevó el cuerpo hacia el de él, preparada para recibirlo. El hombre, de rodillas ante ella, la ayudó a mantenerse arqueada con sus manos, mientras, apretando los dientes por el deseo contenido, se abandonó a todo y entró.

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