sábado, 9 de enero de 2010
EL BAÑO
De Amparo Clement, Valencia, España
Llegaron al pequeño refugio mojados y exhaustos. El paseo había valido la pena pues los parajes eran hermosos, pero la tormenta los cogió desprevenidos y tuvieron que regresar rapidamente a la cabaña. Al entrar se sintieron reconfortados por el calor que emanaba la pequeña estufa de leña. Ana propuso compartir juntos un agradable baño en agua bien caliente, y Juan aceptó encantado la sugerencia.
Comenzó por desprender a Ana de las botas empapadas y luego se quitó las suyas. Mientras le quitaba la chaqueta y desabrochaba el grueso jersey, besó a la joven prolongadamente. Los vapores del agua empañaban el pequeño baño, y ambos se sentían cada vez más estimulados. Terminaron de quitarse la ropa el uno al otro, lentamente, como en un ritual. Al fin, el hombre retiró la ropa interior de ella, deteniéndose para acariciar sus senos. Se abrazaron, deleitándose con el aroma que emanaban sus cuerpos.
Se sumergieron en el interior de la bañera y Juan comenzó a enjabonar lentamente la espalda de Ana. El contacto era suave y agradable y la mujer cerró los ojos sintiendo que las manos de Juan la acariciaban en los lugares que a ella más le gustaba.
El joven continuó extendiendo la perfumada espuma por las piernas de la chica y por cada uno de sus pies. Ana reía al sentir las cosquillas que le producía el contacto de las manos en la planta de los pies. Se miraron a los ojos y se besaron, lenta y suavemente. Juan sintió su virilidad que ya pugnaba por entrar en contacto con la mujer. Sin embargo, continuó enjabonando el cuerpo de ella, los brazos, los pechos firmes, el vientre, hasta llegar al lugar profundo escondido entre las piernas.
Ella gimió mientras él le frotaba ligeramente, sus cuerpos ya no podían resistirse más a entrar en contacto. Juan la acercó hacia su cuerpo al tiempo que le separaba las piernas. La excitación de ambos se acentuaba mientras se acariciaban mutuamente en sus partes más íntimas. Ella le rodeó con los brazos cuando él la penetró, acoplándose uno al cuerpo del otro. Los espasmos de placer les alcanzaron rapidamente y los recorrieron una y otra vez, suspirando ambos de total satisfacción.
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