sábado, 9 de enero de 2010

AMANTE



De Amparo Clement, Valencia, España

Desperté sobresaltada y miré a mi alrededor. Tardé unos minutos en recordar dónde me hallaba y cómo había llegado hasta allí. Me encontraba tendida sobre un enorme lecho, sin ropa y con el cabello revuelto. Creí estar soñando cuando noté que alguien se movía junto a mí. Di un grito y me senté sobre la cama al tiempo que unas manos me empujaban, obligándome de nuevo a tumbarme.

De modo que todo había sido real, nada de un mal sueño, una pesadilla. Me encontraba a solas con aquel hombre perverso, en su cama, desnuda, y mi mente trataba de poner en orden a duras penas, los recuerdos de la noche anterior. Me dolia terriblemente la cabeza pero pude rememorar los acontecimientos que me habían llevado hasta aquella casa.

Yo viajaba sola en mi automóvil, por aquella estrecha carretera de montaña, cuando al tomar una cerrada curva, tuve que pisar a fondo el freno del auto para evitar empotrarme contra un enorme pino que se encontraba caído sobre el asfalto. Arrimé el vehículo sobre el arcén y observé un camino que se adentraba unos metros en el bosque, terminando ante la verja de entrada a un moderno chalet de dos plantas. Hacia allí me dirigí con la intención de pedir ayuda, tal vez podría telefonear.

En la casa fui recibida por el dueño, un hombre muy bien parecido, de unos cuarenta años, al que ya conocía de vista por habernos encontrado en alguna ocasión en el pequeño pueblo donde pasaba unos días de vacaciones, que de inmediato me invitó a pasar al interior. Él mismo, cuando le expliqué lo sucedido, se encargó de avisar por teléfono del percance, con el fin de que procedieran a retirar el árbol del camino lo antes posible. Me convidó a sentarme en un amplio sofá situado frente a una moderna chimenea de gas, pintada en blanco, y suspendida desde el techo. Descorchó una botella de vino y me sirvió una copa; el ambiente era agradable y su conversación también.

Sin embargo, al cabo de unos minutos comencé a sentirme algo mareada. Sólo había bebido una copa de vino, y no me parecía posible que tan sólo con una me encontrase en aquel estado. Escuché la voz de mi anfitrión a escasos centímetros de mi cara. Me miraba sonriendo.

Todavía tumbada sobre la cama, y a través de la neblina que envolvía mi mente comprendí lo sucedido. Él lo había planeado todo. La caída del árbol, la comedia del teléfono, el vino adulterado... Intenté incorporarme de nuevo, y otra vez aquellas manos me sujetaron.

-Lucía, Lucía...

Sentí su fuerza cuando me tendió, conteniendo la respiración al notar su cuerpo que me aplastaba y me penetraba. Grité, pero él apretó su boca contra la mía. Me dominaban extrañas sensaciones, no podía hacer nada para resistirme, y la tensión de mi cuerpo poco a poco se fue aflojando. En un instante me sorprendí a mí misma sin oponer ninguna resistencia, mientras en mi mente se abría paso una singular sensación de dicha que no podía dominar.

Todo terminó. Percibí sus labios que me besaban en el cuello con suavidad, y sus manos todavía enredadas en mi cabello.

-Lucía... -murmuró en mi oído -Te deseo tanto...

-Esto ha sido una pesadilla -dije con un hilo de voz.

-No amor, esto ha sido un sueño maravilloso... No despertemos todavía.

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